miércoles, 23 de noviembre de 2016

Recordando al Rey Sabio



En tal día como hoy, un 23 de Noviembre (festividad de San Clemente, el tercer Papa), pero de 1221, es decir, hace 795 años, abría los ojos en los palacios reales del Alfizén de Toledo el bebé que con los años se convertiría en el rey Alfonso X el Sabio. 



El príncipe Alfonso era el primogénito de Fernando III el Santo, reunificador de Castilla y de León, y de la princesa alemana Beatriz de Suabia (nieta de Federico I Barbarroja y de Isaac II de Constantinopla) y recibió una esmerada educación cortesana en la ciudad que le vio nacer, aunque también pasó tiempo con sus ayos en tierras de Orense, donde aprendió el galaicoportugués. Participó activamente en la Reconquista, recuperando para la cristiandad los reinos de Murcia y Sevilla, entre otras ciudades importantes. Casó con la infanta Violante de Aragón (hija de Jaime I el Conquistador) y fue proclamado rey a la muerte de su padre, en 1252.




Como jurista, redactó el código de las Siete Partidas, algunos de cuyos aspectos se mantuvieron en vigor hasta seiscientos años después. Como historiador le debemos la Crónica General de España y la Grande e General Estoria. Impulsó la realización de diversos tratados de Astronomía, las Tablas Alfonsíes y el Lapidario. Y como literato numerosas composiciones, como las Cantigas, escritas en galaicoportugués, o el extraño Septenario. También promovió diversas traducciones (como el Calila e Dimna, o el Sendebar) desde la Escuela de Traductores de Toledo, cuya segunda época se considera centrada durante el prolífico reinado de Alfonso X en materia de Cultura, Ciencia y Humanidades.



El 23-11-1921 la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo le dedicó una placa en el paseo del Miradero, donde se ubicaban los palacios reales en donde vio la luz. Y el mismo día de 1976, en el mismo paseo (donde hoy se levanta un kiosco-bar), se inauguraba solemnemente y bajo mazas un magnífico conjunto escultórico obra del escultor Francisco Toledo (1928-2004) que lamentablemente acabó siendo desplazado de su ubicación original para ponerlo extramuros (en un nuevo parque ubicado en parte de los terrenos de la antigua ECEF, inaugurado el 17-I-1995, el mismo día que se entregaba la primera edición del Premio Internacional Alfonso X el Sabio, instituido para reconocer a las personas o instituciones que destacasen por mantener vivos el espíritu de concordia. Un premio efímero del que bien pronto nunca más se supo).



Las buenas intenciones de corporaciones pasadas parece que que se quedaron en el camino hace mucho. La estatua de Alfonso X fue privada de sus magníficos altorrelieves y de sus bellos clavos de bronce, arrancados por vándalos sin que nadie se precupase de reponerlos, como tampoco se preocuparon de actuar contra los adolescentes descerebrados que se dedicaron a cubrirla de pintadas, como el resto del parque, que pronto se convirtió en un lamentable ejemplo de degradación urbana y desidia municipal.




En lo que se refiere a la placa neogótica que pusieron en tiempos de Alfonso XIII y que se conservó en relativo buen estado hasta que dieron inicio las obras del palacio de congresos, tampoco nadie se ha tomado el más mínimo interés en hacerla restaurar.


Parece que puede constatarse que nadie es profeta en su tierra, y que esta Toledo de nuestros pesares es, muy a menudo, más que madre, madrastra.

¿Caerán en la cuenta -quienes pueden y deben- en la vergüenza que supone para la ciudad que la memoria de su hijo más ilustre languidezca de este modo? Tenemos escuelas taller que podrían ocuparse del refundido de los altorrelieves de la estatua a partir del proyecto original del artista (que debe obrar en poder del Ayuntamiento), y también de la restauración de la lápida neogótica. Querer es poder.

Para saber más:
Un roto recuerdo de Alfonso X, por Rafael del Cerro Malagón.

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