jueves, 21 de mayo de 2015

Sobre Cultura y Política. Los programas de los partidos.

 Como ya he hecho en otras convocatorias electorales, me he entretenido en localizar los programas electorales de los principales partidos que se presentan a las elecciones en mi ciudad y comunidad autónoma para ver qué proponen en mi ámbito profesional, la Cultura. Sé que la mayor parte del electorado (y así nos va) vota unas siglas o una cara sin molestarse en leer qué proponen, guiados únicamente por el físico del candidato, por algo que han oído en televisión, o que les han contado, o por el deseo de dar una bofetada a los partidos tradicionales. Incluso los hay que votarán a partidos que se han presentado a las elecciones sin programa, y no lo saben, o no les importa que no lo tengan. De hecho, alguien me ha comentado "Total, si luego no van a cumplirlo, ¿para qué van a molestarse en redactarlo?".

Sin embargo estoy seguro de que aún queda alguien en España que antes de decidir a quién votar consulte con detenimiento los programas. Como vi hacer en mi domicilio familiar cuando yo aún no tenía derecho a voto. A ellos destino este trabajo de recopilación. En cada post se analiza tanto el programa que presentan a las municipales de Toledo capital como a las elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha (salvo en los casos en que concurren a las elecciones pero no presentan programa, que lamentablemente existen, y no sólo en grupúsculos minoritarios, sino en partidos mayoritarios y actualmente con responsabilidades de gobierno).

El programa cultural de Podemos

Otros partidos más minoritarios

El programa cultural de UPyD
  
Cierro este post con el "Decálogo para políticos" que escribió hace dos convocatorias electorales (hace ocho años) mi amigo Juan Sánchez, historiador contemporaneísta, académico, maestro de bibliotecarios y actual Director Gerente de la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Aunque hayan pasado ocho años, sigue siendo válido.

1. Se gobierna para todos. La pertenencia a un partido no puede olvidar al conjunto de la sociedad y, específicamente, a quienes piensan de forma distinta. El gobernante debe ejecutar una política para todos los ciudadanos.

2. Buscar el bien común. En general, es válido el principio de que se gobierna de acuerdo con la mayoría, aunque no siempre una decisión mayoritaria equivale a justa y necesaria. Gobernar al servicio de la sociedad pensando en la construcción de la persona, desde una dimensión ética y moral. Esto vale tanto para grandes decisiones conceptuales como para cuestiones cotidianas en un municipio o una región. Un político que busca el bien común deberá a veces tener en cuenta las propuestas de la oposición, y apoyarlas si considera que son buenas para construir ese bien común que afirman buscar.

3. Respetar al adversario. Las descalificaciones, los insultos, la falta de respeto al adversario político son muestra de la poca calidad humana de quien asía actúa. Tiene además un alto coste: el conjunto de la sociedad capta e imita ese proceder, y así se construye un clima social de confrontación y de demagogia insultante que no beneficia en nada una cierta armonía social. Estas actitudes influyen, además, muy negativamente en los jóvenes. El político, aun con sus errores, es un espejo en el que mucha gente se mira. Lo contrario significa el fracaso de la política.

4. No es lícito aprovechar la comunicación institucional con fines partidistas. Utilizar la publicidad institucional con carácter partidista es un modo de malversación de fondos. La comunicación y publicidad institucional debe constituir un servicio público, y no ha de emplearse con fines de difusión y exaltación de un partido. Es cierto que la campaña electoral dura en realidad toda la legislatura, es decir cuatro años. Por ello es ilícito que desde el poder se empleen cuantiosos recursos de última hora para intentar arrancar el voto del indeciso.

5. Aceptar la crítica. Quien gestiona lo público debe saber que está expuesto al análisis y la crítica del conjunto de la sociedad. En un régimen democrático como el nuestro una de las alarmas que se encienden a menudo es el de la autocensura: es decir, un sistema formalmente de libertades pero que luego no acepta las opiniones discrepantes. Personas, instituciones, medios de comunicación, e inclusos partidos políticos son descalificados duramente, y a veces represaliados, cuando expresan opiniones que no gustan al Poder de turno. Estas situaciones, propias de dictaduras, desactivan la participación real de sectores de la llamada sociedad civil en la construcción de la sociedad. La participación en democracia no finaliza el día de las elecciones, sino que ha de ser permanente; y los políticos han de tener una actitud sinceramente abierta a la opinión de los ciudadanos.

6. El programa electoral es el contrato. Los candidatos, con sus equipos de partido, han de diseñar unos programas electorales que sean realizables y hacerlos públicos al comienzo de la campaña electoral. Demasiadas veces comprobamos cómo los candidatos van desgranando sus ocurrencias durante el tiempo de campaña, aprovechándose del seguimiento que de las caravanas electorales realizan los medios de comunicación. Da la sensación de que más que un programa que refleje la filosofía del candidato o del partido en cuestión, se van soltando ideas que puedan impresionar a los votantes. (...) Los partidos han de comprometerse también a hacer pública la evaluación del cumplimiento de sus programas. 

7. Las inversiones en servicios públicos no pueden ser partidistas. Escuchando las promesas de muchos candidatos se observa cómo hay Gobiernos y Administraciones que se ponen al servicio de los intereses de un partido. Se oyen frases parecidas a éstas: "Si ganamos en (nombre de una localidad) la Junta hará….", dando a entender que si no gana su partido la Administración regional no construirá tal servicio… Las inversiones deben ser programadas con parámetros geográficos, demográficos, sociales, etc., pero nunca se puede utilizar la llave partidista como criterio de actuación. Es verdad que no es siempre así, y pueden citarse casos verdaderamente ejemplares, y que deben seguirse por otros gestores. Lo importante es que el político tenga claro este
principio, y lo aplique.

8. La política debe atender preferentemente a los sectores más necesitados. Gestionar dineros públicos; dirigir gobiernos regionales, provinciales o municipales ha de hacerse desde un planteamiento de servicio al conjunto de la sociedad, pero especialmente a los más pobres. Por ello se debe tener una visión de conjunto de la acción de gobierno y, si es preciso, llevar recursos de áreas a veces con mayores presupuestos a aquellas otras en las que no llegan para paliar verdaderas situaciones de necesidad. Ya sabemos que los gobiernos no tienen una máquina de fabricar euros, pero precisamente porque se gestionan fondos procedentes de los ciudadanos se ha de ser muy cuidadoso en el gasto. No quiero poner ejemplos para no herir la sensibilidad de nadie, pero creo que todos somos conscientes de cómo a veces se despilfarra el dinero público en lugar de emplearlo en programas sociales realmente imprescindibles.

9. Todo político ha de velar por los derechos fundamentales de la persona. Tener presente la ley natural resulta obligatorio, y debe considerarse esencial en toda acción política proteger el derecho a la vida, la libertad de conciencia, la formación integral de las personas, el apoyo a la familia, la necesidad y el respeto de la educación moral de la juventud. En estos ámbitos es crucial que los candidatos expresen realmente sus opiniones, porque los ciudadanos tenemos derecho a conocer realmente qué piensa cada político, cada candidato. Y el político ha de ser fiel a sus ideas y no abjurar de ellas sólo porque estime que sus ideas pueden perjudicarle electoralmente. Es en estos campos donde los partidos en muchas ocasiones impiden a sus miembros actuar con libertad de conciencia, exigiéndole incluso el apoyo a decisiones y normas que chocan con sus ideas. Éste es un déficit democrático que padecemos, y se hace un gran daño al propio ejercicio democrático pues muchas personas que podrían realizar importantes servicios a la vida pública se apartan voluntariamente del escenario político.

10. El ejercicio de la política debe ser temporal. Toda la vida estamos llamados a contribuir a la vida pública, pero la dedicación política debe ser temporal. No es buena la profesionalización de los cargos públicos, que puede influir en un alejamiento de la realidad social. Pero junto al tiempo de servicio público, ha de tenerse en cuenta para qué puestos se está capacitado y renunciar a aquellos que, a priori, no puedan ser desempeñados con dignidad. La mayor corrupción es ocupar cargos públicos sin tener una formación o aptitudes adecuadas. Relacionar temporalidad en el cargo y aptitud facilitará el éxito de la gestión y el desempeño del cargo o servicio a desarrollar. Y transcurrido ese tiempo está bien contar con las personas que más han contribuido a la cosa pública para que la sociedad pueda beneficiarse de su rica experiencia a través de órganos de consulta y otros instrumentos. Y siempre les quedará su derecho, y también deber, a opinar y a seguir construyendo la sociedad en la que vivan a través de artículos periodísticos, participación en asociaciones y entidades, conferencias, etc.

Juan Sánchez Sánchez

Y un ruego final. Votad a quien queráis pero con previo conocimiento de lo que estáis votando. Para eso es la jornada de reflexión. Y hacedlo siempre con cabeza, no movidos por la pasión, que es muy mala consejera.

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