lunes, 21 de junio de 2021

Sobre toponimia monumental: el caso de la Torre de Antequera y la Puerta de Almofala

 Cuando a un monumento desaparecido se le pierde la pista con el paso de los siglos, es posible que sea incorrectamente identificado y que, cuando se logre hacerlo correctamente, por desidia o desconocimiento siga identificándosele incorrectamente. Esto es lo que pasó en Toledo con la Puerta de Alfonso VI, que fue incorrectamente identificada con las puertas medievales de Bisagra y de la Granja, sin ser ninguna de ellas, pese a lo cual sigue siendo denominada con demasiada frecuencia como Puerta Vieja (o antigua) de Bisagra, pese a haber pasado un siglo desde que se demostró que no lo era.

Lo mismo sucede con la Puerta de Almofala, que estuvo siglos desaparecida, y fue confundida con la vecina Torre de Antequera, que hoy día sigue apareciendo en mapas, callejeros y documentación oficial bajo el nombre erróneo de Almofala, pese a que la verdadera Puerta de Almofala fue identificada arqueológicamente allá por el año 2001, en lo que hasta entonces se tenía como por un simple torreón lateral a la Puerta Nueva.

Empecemos por el principio: Lo que la documentación medieval llama Puerta de Almofala es una de las puertas desaparecidas que se abrían en las cercanías del puente de Alcántara, en estos arrabales. Otra próxima, cuya ubicación no ha podido localizarse aún, era la de Atefalín (Bab el-Tefalín, o Puerta de los Grederos, es decir, los mercaderes de greda, un tipo de arcilla muy valorada), puerta que a veces se ha sugerido que era la que después se llamó Puerta de Perpiñán, cuyos restos quedaron bajo el Miradero.

En realidad, el nombre en castellano romanceado de Puerta de Almofala (en alguna ocasión ha aparecido como de Almohada) deriva del árabe Bab al-Mojahda, que significa Puerta del Vado, ya que era el camino más directo para salir de la ciudad para cruzar el Tajo por una zona poco profunda en la que podía ser vadeado sin muchos problemas -el llamado "Río Llano", a la altura de la desaparecida Isla de Antolínez-, sin necesidad de utilizar el puente de Alcántara, que se alza aguas abajo a medio kilómetro. La Puerta de Almofala, o del Vado, debió de construirse en el S. XI, si es que no es anterior, y se estuvo utilizando al menos hasta el XV.

La continua acumulación de sedimentos procedentes de las crecidas del río, unidos a las basuras que se echaban por encima de la muralla, causaron un reiterado crecimiento del nivel de la calle en varios metros, lo que causó que la muralla perdiese la mitad de su altura original y que la puerta quedase tapada. En algún momento, las autoridades municipales decidieron no molestarse en continuar despejándola y bajando el nivel, dado que iba a volver a recrecer en la próxima crecida del Tajo, así que, finalmente, la Puerta de Almofala, o del Vado, fue definitivamente cerrada y quedó olvidada bajo toneladas de tierra, quedando a la vista su parte superior, que pasó a parecer un torreón más de los que hay en esa parte de la muralla.


La Puerta de Almofala o del Vado. Apréciese la parte superior (sobre el nivel actual de la calle) y la parte soterrada.            (Ruiz, A. y J. Fernández, 2009), vid. Bibliografía

Videoreconstrucción de la Puerta de Almofala o del Vado, por la empresa Revives. A la izquierda, la Puerta Nueva.

Pero seguía siendo necesario que en la muralla existiese una puerta para dar salida al vado desde la plaza de San Isidoro, en el arrabal de la Antequeruela. Por ello se abrió un hueco en la muralla, al lado izquierdo de donde estaba la puerta de Almofala, pero varios metros más arriba, ya a la altura del nuevo nivel de la calle. Dicha apertura pasó a denominarse, por motivos obvios, Puerta Nueva, denominación que aparece en documentos del S. XVI en adelante, lo que nos ayuda a datar el momento en que se debió abrir la misma para sustituir a la de Almofala o del Vado: entre 1442 (la última vez que se documenta el uso del término Puerta de Almofala) y 1576 (la primera vez que se documenta el término Puerta Nueva), 

Reconstrucción de la Puerta de Almofala o del Vado, por David Utrilla. A la izquierda, la Puerta Nueva, abierta en el S. XVI sobre el actual nivel de la calle.

En la misma calle que rodea la muralla de la Antequeruela, poco más de cien metros a la derecha de la Puerta Nueva, se encuentra una gran torre albarrana mudéjar. En Arquitectura militar, una torre albarrana (del árabe al-barrana, "la de fuera") es aquella que se construye no en la misma muralla, sino adosada perpendicularmente a la misma, o bien unida por un arco, pasarela o puente, para usarse como defensa o como atalaya. La torre albarrana a que se alude parece que fue construida en el S. XIII. Su nombre es Torre de Antequera, aunque a veces aparece como de la Antequeruela, el nombre del barrio. Un arrabal modesto, como lo eran todos, en donde vivían mayoritariamente los moriscos, y que se dedicaban a actividades como la alfarería y otras pequeñas industrias.


Torre albarrana de Antequera (En Wikimedia)


Torre albarrana de Antequera (en Castillos.net)

Antequeruela es, evidentemente, un diminutivo, que significa "pequeña Antequera". Pero ¿qué relación tienen con esta localidad malagueña -situada a casi 400 Km. de Toledo- esta torre, y el barrio en la cual se ubica? Al parecer, no existe ninguna relación directa. En los años 70 del S. XX el académico D. Julio Porres escribió que el nombre del barrio y de la torre debían proceder de que la muralla fue reconstruida o restaurada en tiempos de la regencia de D. Fernando de Antequera "el Honesto", o bien por corrupción del término anticus, por ser, de los arrabales toledanos, el más antiguo, aunque esta segunda explicación no parece muy probable. 

Don Fernando fue un infante de Castilla, de la dinastía de los Trastámara, hijo del rey Juan I de Castilla y de la princesa Leonor de Aragón, que fue regente de la corona castellana entre 1406 y 1416, durante la minoría de edad de su sobrino Juan II, y que en 1412 sería elegido rey de Aragón, para suceder a su tío materno, Martín I el Humano, fallecido sin descendencia un par de años antes. La torre albarrana que restauró Don Fernando de Antequera acabó siendo llamada Torre de Antequera, que extendería su nombre también al barrio, que por entonces se conocía como arrabal de San Isidoro, por la parroquia que existía junto a la Puerta Nueva, por el lado interior de la muralla, en la Plaza de San Isidoro o de la Puerta Nueva.

Don Fernando de Antequera, regente de Castilla y rey de Aragón

Es más creíble pensar que la torre albarrana ya estaba en pie y el infante D. Fernando de Antequera la restauró, dado que parece haber consenso sobre su construcción en el S. XIII. Hay un documento que la menciona como "Torre Nueva" en 1256. No debe confundirse con la Puerta Nueva, que entonces no existía, ya que se abrió junto a la del Vado siglos después, a finales del XV o comienzos del XVI.

¿En qué momento se confundió la desaparecida Puerta de Almofala con la vecina Torre de Antequera? Parece que el error data de comienzos del S. XVII, cuando el reputado historiador Francisco de Pisa trató de identificar la desaparecida Puerta de Almofala (o del Vado), de los documentos antiguos, y la relacionó con la torre albarrana de Antequera, que se encontraba a pocos metros y que, además, tenía un par de arcos (entonces cegados) en su estructura, pero que en realidad sólo eran un paso bajo la torre (el paso habitual en todas las torres albarranas), pero que no comunicaban con el interior de la ciudad ni atravesaban la muralla, como ya publicó D. Pedro Román ¡en 1942! "Cuando tuve ocasión de penetrar en la habitación construida en la parte baja de aquella torre, resultó que no existía tal puerta; es, sencillamente, una torre albarrana, idéntica a la del castillo de San Servando, aunque con paso junto al muro". Dichos arcos cegados fueron reabiertos en la última restauración, recuperándose el paso original bajo la torre albarrana.

El error de D. Francisco de Pisa fue dado por bueno por otros autores, que lo fueron reiterando, como el vizconde de Palazuelos o D. Sixto Ramón Parro. Ya en el S. XX quedó claro que la torre de Antequera no era la puerta de Almofala, como primero afirmó D. Pedro Román, que lo publicó en los años cuarenta del pasado siglo, y después D. Julio Porres, en los setenta.

Y en efecto, a comienzos del S. XXI la arqueología vino a darles la razón. Habiéndose emprendido tareas de restauración en el torreón adyacente a la Puerta Nueva, por la Escuela Taller Municipal y bajo la dirección arqueológica de D. Arturo Ruiz Taboada, en el interior de dicho torreón apareció, allá por 2002, una escalerilla oculta por los siglos que hizo pensar que la construcción continuaba varios metros por debajo del nivel actual de la calle. Desescombrado y consolidado lo que al principio se creyó un mero sótano, resultó ser en realidad la parte interior de una puerta medieval, que aún estaba allí, incluyendo los restos de su portón de madera y su cerrojo: Se había localizado la desaparecida Puerta de Almofala, o del Vado. Aunque en su momento se propuso desenterrarla, al estar muchos metros por debajo del nivel de la calle sería necesaria una difícil y muy costosa intervención, que implicaría además expropiaciones y demoliciones de algunas viviendas, el rebaje de la calle de la Carrera, al exterior de la muralla, y de la plaza de la Puerta Nueva, al interior de la misma, y la consolidación de la muralla. Por todo ello nunca se planteó en serio su ejecución, aunque la puerta puede visitarse desde dentro, accediendo al torreón y luego bajando por la escalerilla de comunicación.


Vista interior de la Puerta de Almofala o del Vado (Fotografía del gran David Utrilla).

Así pues, en 2002 quedaba confirmado arqueológicamente lo que ya había adelantado cuadro decenios atrás D. Julio Porres: Que la Torre de Antequera no era la Puerta de Almofala. "Siempre creímos inaceptable la explicación tan repetida (...). Si el torreón de que tratamos fuera la puerta que citan los Anales, mucho antes que éste se inundaría la Puerta Nueva, casi cinco metros más baja de cota. Cuando entra agua por la ventana de un piso principal, nadie decide cerrarla y abrir en su lugar la del sótano". Y agregaba "El fallecido don Pedro Román fue el primero en descubrir que la supuesta Puerta de Almofala no era más que una torre albarrana"

Pese a ello, cuando en 2007 la torre albarrana de Antequera fue declarada BIC por la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha, fue inexplicablemente registrada como "de Almofala", sin querer saber que la verdadera de Almofala (es decir, del Vado, que es lo que Almofala significa) está en la misma calle, a tan sólo 120 m., habiendo sido identificada arqueológicamente sin duda alguna cinco años antes. Y bajo ese nombre erróneo de Almofala se la sigue conociendo mayoritariamente, y sin que las autoridades competentes en Cultura y Turismo se hayan molestado en subsanar el error.

Para saber más:

GARCÍA CANO, José. "La olvidada puerta del Vado". En: Leyendas de Toledo. 2019. Disponible en web.

PORRES MARTÍN-CLETO, Julio. Historia de las calles de Toledo. Toledo : Diputación Provincial, 1971. 2 vols. Toledo : Zocodover, 1982 y 1988. 3 vols. Toledo : Bremen, 2002. 4 vols.

PORRES MARTÍN-CLETO, Julio. "Ha nacido una puerta". En Toletum, ISSN 0210-6310, Nº 47, 2002, págs. 181-196. Disponible en web.

ROMÁN MARTÍNEZ, Pedro. "Los restos de construcción romana del puente de Alcántara", en BRABACHT, nº 58, 1942, pág. 6. Disponible en web.

RUIZ TABOADA, Arturo. "Aproximación al estudio del recinto amurallado de Toledo: El descubrimiento de la Puerta del Vado" En: Tulaytula: Revista de la Asociación de Amigos del Toledo Islámico, ISSN 1575-653X, Nº. 9, 2002, págs. 55-82. Disponible en web.

RUIZ TABOADA, Arturo, y Jacobo FERNÁNDEZ DEL CERRO. La puerta del Vado de Toledo. Toledo : Pareja, 2009. 231 p. ISBN 9788495453648. Disponible en web.

TORREBLANCA, Joaquín. "Toledo, entre la Torre de Antequera y el popular Barrio de la Antequeruela". En: El Sol de Antequera. Disponible en web.

UTRILLA, David. "La Puerta del Vado". Disponible en web.

martes, 25 de mayo de 2021

Sobre toponimia monumental: El caso de las dos puertas de Bisagra, que en realidad son una

 En el recinto amurallado de Toledo, la principal puerta que se abre en su lado Norte es la Puerta de Bisagra. Antaño había quien lo escribía con uve, Visagra, creyendo que derivaba del latín Via Sacra, o camino sagrado. Hay quien dice "puerta de la bisagra", creyendo que alude a estas piezas o mecanismos de ferretería. En realidad el topónimo viene del árabe Bab al-Shaqra, Puerta de La Sagra, que es la gran comarca entre Toledo y Madrid, cuyo nombre a su vez parece que significa "campo" o "campiña". Bab al-Saqra, sería pues "Puerta del Campo".

Puerta de Bisagra, mal llamada "Puerta Nueva de Bisagra" (cuerpo exterior)

Pero dejando aparte el debate etimológico, lo que es destacable comentar es que durante mucho tiempo a la Puerta de Bisagra se le denominó "Puerta Nueva de Bisagra"; y, en paralelo, se llamó "Puerta Vieja (o Antigua) de Bisagra" a la que se alza a su lado, unos ciento cincuenta metros al Oeste, y que se conoce formalmente como "Puerta de Alfonso VI", a causa de la tradición de que dicho rey entró por ella al reconquistar la ciudad el 25 de mayo de 1085 (aunque es mucho más probable que entrase por la de Alcántara, accediendo directamente desde la Huerta del Rey donde sus tropas se hallaban acampadas, tras cruzar el puente de Alcántara, al barrio del Alficén).

Puerta de Alfonso VI, mal llamada "Puerta Antigua de Bisagra" (lado exterior)

¿Por qué se denominó a la una "Puerta Nueva de Bisagra" y a la otra "Puerta Antigua de Bisagra", durante tanto tiempo? Es fácil. Algunos eruditos de la Edad Moderna tenían conocimiento, a través de numerosos documentos medievales, de la existencia de la Puerta de Bisagra en la Edad Media. Pero como la Puerta de Bisagra es de estructura renacentista (como se puede ver por sus torres circulares flanqueando un arco triunfal de medio punto, coronado con un gran escudo de armas del emperador Carlos V), descartaron que fuese la puerta a la que aludían dichos documentos antiguos y buscaron otra, creyendo que era la inmediata o vecina; la que tiempo después se llamaría de Alfonso VI, y que en la Edad Moderna estaba tapiada y semicubierta de tierra en su lado exterior.

Grabado decimonónico de la Puerta de Alfonso VI tapiada (Villaamil y Escosura, 1844)

Sin embargo, no había que irse allí para buscar la Puerta de Bisagra medieval. Porque la puerta que se conoció como "De Bisagra Nueva", edificada por Alonso de Covarrubias en tiempos del Emperador Carlos con su imponente escudo de armas, no fue de nueva construcción, abriendo un hueco en la muralla que no existiese previamente, sino que se reformó y mejoró la que ya existía: la puerta de Bisagra medieval, ante la que se creó un patio de armas y una nueva puerta, la de los torreones circulares y el arco triunfal con el gran escudo. Así pues, la puerta de Bisagra Antigua o medieval es, en realidad, la parte interior de la Puerta de Bisagra; la parte que da hacia la ciudad, frente a los ábsides de la Iglesia de Santiago del Arrabal.


Puerta de Bisagra, vista del cuerpo interior, hacia la ciudad. 
Es la antigua puerta medieval, reestructurada en el S. XVI


Puerta de Bisagra. Vista aérea de la parte exterior, con su arco triunfal y su fachada blasonada, 
del patio de armas y de la parte interior hacia la ciudad, con sus torreones (tarjeta postal de los años 40)

Esa parte interior de la Puerta de Bisagra fue también modificada y reestructurada en el S. XVI con aspecto renacentista, a la vez que se construía la parte exterior y el patio de armas intermedio, lo que despistó a quienes buscaban tiempo después una puerta medieval islámica. Pese a ello, aún se ve, al pasar bajo ella, su antiguo arco de herradura.


Cuerpo interior de la Puerta de Bisagra, desde la plaza de armas. 
Se aprecia el arco de herradura de la antigua Bab al Sahqra medieval islámica.

¿Es novedoso el hecho de haber identificado que la Puerta Antigua de Bisagra está, y siempre estuvo, en el mismo lugar de la muralla que la que se llamó Nueva? En absoluto. Ya D. Pedro Román Martínez (1878-1948), cofundador que fue en 1916 de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, lo tuvo claro y lo publicó en 1924, en en los números 20 y 21 de la primera etapa de la "Revista Toletum". 

Hace un siglo pues que se sabe que la puerta de Alfonso VI NO ES la Antigua de Bisagra. Sin embargo, se sigue nombrando en guías, folletos, callejeros y por numerosos guías turísticos como "Puerta Nueva de Bisagra" a la que debía ser denominada simplemente Puerta de Bisagra, ni nueva ni vieja. 

Y del mismo modo, los que llaman "Puerta Nueva de Bisagra" a la de Bisagra siguen denominando "Puerta Antigua (o Vieja) de Bisagra" a la de Alfonso VI, que hace también un siglo que se sabe que no es su nombre medieval, porque la puerta medieval de Bisagra está, y siempre estuvo, en la propia Puerta de Bisagra.

Y entonces ¿cómo se llamaba en la Edad Media la puerta que hoy llamamos de Alfonso VI, si resulta que no es la de Bisagra? Don Pedro Román en el mismo artículo en que desmintió que fuese la de Bisagra sugirió que fuese el postigo o portillo llamado en algunos documentos Postigo de la Granja. Pero su aspecto monumental sugiere que no es un simple postigo, y así se confirmó hace dos décadas, cuando se emprendieron excavaciones arqueológicas en el tramo de la muralla comprendido entre la Puerta de Alfonso VI y la Puerta del Cambrón. Justo en la parte donde se abrieron en el año 2000 las escaleras mecánicas que comunican el paseo de Recaredo con la Cuesta de la Granja, tras la Diputación, aparecieron los restos de una estructura en la muralla medieval que se identificaron por los arqueólogos con el desaparecido Postigo de la Granja. Lamentablemente no se ha publicado, creo, la memoria de dicha excavación, aunque en 2003 el arqueólogo director de la misma, Ramón Villa, presentó a un congreso sobre Espacios fortificados en la provincia de Toledo una excelente ponencia sobre el cierre N. de la muralla medieval de Toledo, en la que habló, entre otros temas, de aquel descubrimiento, que tan poca difusión tuvo.

                                   Ubicación del antiguo Postigo de la Granja (R. Villa, 2005)

Ubicación del antiguo Postigo de la Granja. En amarillo, la Puerta de Alfonso VI (R. Taboada y F. del Cerro, 2009).

Es decir, que la Puerta de Alfonso VI no es la Puerta de Bisagra Vieja, pero tampoco es el Postigo de la Granja, cuyos restos aparecieron hace más de veinte años a unos ciento setenta metros a su izquierda, según se sale de la ciudad. Es muy posible que la que hoy llamamos Puerta de Alfonso VI sea la misteriosa Puerta Almaguera o Almaquera (denominación que derivaría de Bab al-Maqbr, "Puerta del Cementerio", o de Bab al-Maqqada, "Puerta de Maqueda"), la cual se cita en algún que otro documento medieval, y que no había sido identificada con certeza. La duda sigue abierta. Pero lo que está claro es que sólo hay una Puerta de Bisagra.

Lamentablemente parece que las autoridades competentes en Cultura y Turismo no parecen tener demasiado interés en aclarar lo que académicamente está claro desde hace casi un siglo, con lo que me temo que sigamos oyendo y leyendo en guías y publicaciones "Puerta Nueva de Bisagra" y "Puerta Vieja de Bisagra" durante muchos más años. 

Para saber más:

ROMÁN MARTÍNEZ, Pedro "La verdadera Puerta de Bisagra" En: Toletum (1ª época) (1924), nros. 21 y 22.

SANTOS VAQUERO, Ángel. "Puntualizaciones sobre la Puerta de Bisagra de Toledo" En: Anales Toledanos (2014), nº 42.

VILLA GONZÁLEZ, Ramón. "El cierre norte de la muralla medieval de Toledo a la luz de los últimos descubrimientos" En: Espacios fortificados de la provincia de Toledo. Toledo : Diputación Provincial, 2005.  84-96211-16-9. Págs. 155-198.

RUIZ TABOADA, Arturo, y Jacobo FDEZ. DEL CERRO. "El segundo recinto en la actualidad: muros, torres y puertas". En: La puerta del Vado de Toledo : Toledo : Ayuntamiento, 2009. Págs. 75-85.

Ficha de la Puerta de Bisagra, en el Catálogo del Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha.

Ficha de la Puerta de Alfonso VI, en el Catálogo de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha



jueves, 18 de marzo de 2021

La Novela Negra de Vázquez Montalbán a debate en el campus de Toledo

 La Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de Toledo ha organizado una jornada, que se celebrará el próximo 23 de abril de 2021, sobre la novela negra del padre literario del detective Pepe Carvalho.

El evento se titula «Derecho, literatura y justicia en la Novela Negra de Manuel Vázquez Montalbán» y se celebrará en el complejo universitario «San Pedro Mártir-Madre de Dios», de Toledo, durante el Día Mundial del Libro, organizada por los profesores Santiago SastreMiguel Ángel Pacheco y Francisco Sánchez. Las sesiones de la mañana se celebrarán de 9.30 a 14 h., y las de la tarde de 16.30 a 20 h. Habrá interesantes charlas, un par de actividades audiovisuales, y se hablará de Literatura y Novela Negra.

Los interesados en inscribirse, deberán contactar con la organización a través de la siguiente dirección de correo electrónico: derechoyliteraturaUCLM@gmail.com.

En este enlace podéis consultar el programa detallado de la jornada.

La asistencia a la actividad está reconocida con 1/2 crédito ECTS para el alumnado de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Más información en: Derecho, Literatura y Justicia.

lunes, 15 de marzo de 2021

La antigua Biblioteca de la Casa de Osuna y sus ricos fondos

 Recientemente se celebró una jornada técnica sobre la gran biblioteca de la Casa de Osuna, organizada por el Grupo de Patrimonio Bibliográfico de REBIUN, la Red Española de Bibliotecas Universitarias. La jornada se tituló «Reconstruyendo una biblioteca particular, los libros de la casa de Osuna», y se celebró de modo virtual el pasado 10 de febrero, siendo coordinada y presentada por Antonio Galán, Director del Área de Biblioteca de la Universidad de Castilla-La Mancha.


La Casa Ducal de Osuna llegó a tener una de las más grandes y mejores bibliotecas particulares de España, tanto por la cantidad como por la calidad de los fondos que la integraban. Una biblioteca que se se fue disgregando a causa de que el XII Duque de Osuna y XV Duque del Infantado, Mariano Téllez-Girón, diplomático, militar y senador, apodado «Osuna el grande», derrochó la práctica totalidad del patrimonio familiar. Tras su muerte, en 1882, el Estado adquirió su biblioteca. Parte de sus colecciones se vendieron, y otra parte se distribuyó entre la Biblioteca Nacional y las bibliotecas de las universidades que había entonces en España. Por su parte, los fondos documentales de Osuna pasaron al Archivo Histórico Nacional y fueron el fondo más vasto e importante de los que integraron fundacionalmente la Sección Nobleza del AHN, con sede en el antiguo Hospital Tavera, de Toledo, reconvertida en 2017 en el nuevo Archivo Histórico de la Nobleza, el AHNOB.

La jornada técnica del Grupo de Patrimonio Bibliográfico de REBIUN ha constado de tres intervenciones: En la primera conferencia, Paz Fernández Palomeque (Universidad de La Laguna) disertó sobre la Biblioteca de Osuna y su historia. En la segunda, Javier Villar (Universidad de Santiago de Compostela), intervino sobre las circunstancias de la venta al Estado de la biblioteca de Osuna y cómo acabó parte de la misma en diferentes bibliotecas universitarias. Y en la tercera, Óscar Lilao (Universidad de Salamanca) trató sobre la identificación de los ejemplares que formaron parte de la biblioteca de Osuna. Finalmente se debatió sobre los objetivos del Grupo de Patrimonio Bibliográfico en relación a estos valiosos fondos.

Todas las sesiones fueron grabadas, y ahora pueden ser visionadas por quienes en su momento no pudieron hacerlo en directo.


Para saber más:

«El culo del rey», una novela sobre bibliotecarios en el marco de la antigua Biblioteca de Osuna.

«La biblioteca de la Casa de Osuna en las bibliotecas universitarias españolas»

«Los fondos de la BUSC procedentes de la biblioteca del Duque de Osuna»

«La colección de Arte de los Duques de Osuna»

domingo, 21 de febrero de 2021

A vueltas con la mesa de Salomón

 Comparto esta entrevista que me han hecho para una revista, pero al final no se publicó, salvo unas pocas referencias como citas intertextuales, así que se puede considerar, a todos los efectos, inédita.

¿Por qué una historia tan mítica como la de la Mesa de Salomón sigue llamando la atención en tiempos tan tecnificados como estos?

No es un caso único, a muchísima gente le atraen las historias del pasado. De hecho, se podría decir que cuanto más desarrollada o tecnificada es una sociedad, más le llaman la atención las historias de tiempos remotos. Lo vemos a diario en la Literatura, el Cine y las series de televisión. Incluso en los videojuegos. Si dichas historias del pasado van unidas a mitos y leyendas, más atractivo tienen todavía. Y ya no diré nada si dichas leyendas se relacionan con la magia o el esoterismo, lo que atrae al gran público más todavía. Por eso mismo insisto en la conveniencia de que, en paralelo a la investigación destinada al ámbito académico, exista una buena divulgación histórica, para acercar la Historia real a la sociedad, y para que se tenga clara la diferencia entre los simples mitos y sucesos legendarios y los acontecimientos que en verdad sucedieron.


Entre mito y realidad ¿Cuál es la historicidad de este objeto? ¿Hablamos más de un símbolo o nos referimos a un objeto físico?

En el caso de La Mesa de Salomón hay que distinguir el arquetipo mítico del objeto real. Para muchos es un objeto mágico, un todopoderoso talismán que permite a su poseedor acceder a conocimientos trascendentes. ¿De dónde venía esta creencia? De que se pensaba que en la misma aparecía inscrito de algún modo el nombre secreto de Dios, y que quienes conociesen el modo de invocarle, serían sabios y poderosos. Por otro lado, tenemos el objeto real, un mueble de madera de acacia forrada de oro y ornamentada con piedras preciosas que se utilizaba por los sacerdotes del pueblo de Israel, desde los tiempos de Aarón, el hermano de Moisés, para ofrecer a Dios todos los sábados unos panes sin levadura que se cocían ritualmente, y finalmente eran consumidos por los sacerdotes. Es decir, era un objeto para la liturgia. El nombre deriva de que cuando Salomón construyó el templo de Jerusalén, la mesa, el Arca de la Alianza y los demás objetos sagrados que hasta entonces se guardaban en una especie de tienda de campaña o santuario móvil conocida como “la morada” o “el tabernáculo”, pasaron a guardarse en el templo. Y también deriva de la creencia de que el nombre sagrado y secretísimo de Yahvé, que se musitaba ritualmente por el Sumo Sacerdote una vez al año para renovar la alianza de Dios con los hombres, estaba inscrito en forma jeroglífica en dicha mesa desde los tiempos del sabio rey Salomón.

Evidentemente, como historiador, mi respuesta es que sí existió el objeto físico, pero que no puede respaldarse la existencia de un objeto mágico. Otra cosa es que muchas personas creían y siguen creyendo en la magia, los talismanes, la sanación mística, el poder de las estrellas y demás supersticiones. Un amigo antropólogo me decía que la pregunta correcta no es si existe el mal de ojo, sino qué supone para la sociedad que haya millares de personas que creen que existe. Con los talismanes y objetos mágicos sucede lo mismo. Han existido a lo largo de los siglos y siguen existiendo no porque funcionen, sino porque la gente cree en ellos. La Mesa de Salomón fue un objeto litúrgico que para muchos trascendió más allá y se convirtió en un símbolo de conocimientos ocultos, misterios insondables y poderes sobrenaturales, independientemente de su existencia real o no.

¿De dónde viene la relación entre la Mesa y Toledo?

La Mesa de Salomón fue traída a Toledo por los visigodos, porque formaba parte de su Tesoro Sagrado o Tesoro Antiguo (que estaba integrado por objetos simbólicos y que no se podía dedicar a los gastos corrientes porque era inalienable), al cual se incorporó cuando las huestes de Alarico “el Viejo” se hicieron con ella tras saquear Roma en 410. 

Recordemos que, a su vez, los romanos se habían hecho con ella cuando las tropas de Tito conquistaron Jerusalén y saquearon su templo en el año 70. Existe constancia documental e iconográfica de que los romanos se llevaron la Mesa de Salomón y la Menorah (el gran candelabro del templo) a Roma, y acabaron depositados en el templo de Júpiter Capitolino. En Roma seguían cuando Alarico I saqueó Roma, y se llevó la mesa consigo. Tras el establecimiento de los visigodos en las Galias, el tesoro fue depositado en la ciudad de Iulia Carcasso (Carcasona) y allí estuvo hasta que fue asediada por los francos de Clodoveo a comienzos del S. VI, según nos cuenta el historiador Procopio de Cesarea. Más adelante, el avance de los francos y el consiguiente repliegue de los visigodos motivó que el tesoro fuese evacuado a Narbo Martius (Narbona), la nueva capital visigoda tras la pérdida de Tolosa (Toulouse). Dicho tesoro, incluyendo la Mesa, estuvo en Narbona hasta el momento en que en 531 fue nuevamente evacuado por Amalarico a la nueva capital de los Visigodos en Hispania, Barcino, que ya había sido Corte en tiempos del visigodo Ataulfo y su esposa la princesa romana Gala Placidia. Y en Barcelona estuvo hasta que en un momento determinado del S. V se cambia de nuevo la capital de Hispania, de Barcino a Toletum, probablemente hacia 546, durante el reinado de Theudis. El Tesoro Sagrado era símbolo de identidad del pueblo visigodo, por representar a sus enemigos derrotados, y por ello no se podía gastar ni regalar. Cuando el rey Sisenando pretendió entregar una de sus piezas, el Missorium de Aecio, al franco Dagoberto, como pago por una ayuda militar, no se le consintió, y tuvo finalmente que hacerle un abono procedente del Tesoro Real u ordinario.

La leyenda más arraigada la relaciona con las cuevas de Toledo ¿Tiene base esta hipótesis?

Existe una vieja tradición que cuenta que los sucesivos reyes visigodos van poniendo un candado cada uno a una misteriosa y prohibida cueva extramuros de Toledo, llamada de Hércules, hasta que el último rey, Rodericus (Don Rodrigo), rompe todos ellos y viola la prohibición para saber que había en la cueva, descubriendo unas antiguas imágenes con extraños guerreros orientales y una inscripción diciendo que el rey que entrase en la cueva prohibida verá caer su reino en manos de estos guerreros. Una leyenda que se transmite a lo largo de los siglos y es mencionada por diversos cronistas de la Edad Media y el Renacimiento. Pero curiosamente, esta leyenda aparece no sólo en Toledo sino también en la tradición oriental, a miles de kilómetros, en la “Historia de una ciudad de Al-Andalus conquistada por Tariq ben Ziyad”, texto en el que se especifica que en la cueva se guardaba “la mesa que había pertenecido al profeta Salomón, hijo de David”, y que fue recopilado en ese conjunto de cuentos persas que llamamos “Las Mil y Una Noches”.

Para ir más allá, recordemos que hace más de cuarenta años el profesor Fernando Ruiz de la Puerta consiguió rastrear una docena larga de textos medievales, tanto cristianos como musulmanes (de Al-Ándalus y de Oriente Medio) en los que se dan diferentes versiones de esta leyenda de la cueva acerrojada de Hércules, los más antiguos del S. IX y los más modernos, del XVI. De todos ellos, dos autores (Aben Adhari y Al-Makkari) mencionan específicamente que en ella se guardaba la Mesa de Salomón, coincidiendo con el anónimo autor del relato que se recopiló en Las Mil y Una Noches.

¿Existió dicha cueva de Hércules extramuros? Ruiz de la Puerta propuso hace décadas su existencia real, identificándola con la que hoy llamamos cueva de Higares o de Olihuelas, en una finca particular a unos 11 Km. de Toledo, y relacionándola a su vez con la legendaria escuela de magia y nigromancia que numerosos autores medievales -como Helinando de Froidmont- decían que existió en Toledo, y que fue visitada por los futuros papas Silvestre II y Gregorio VII para aprender saberes reservados. Como leyenda, la tradición de la cueva prohibida es muy bonita y literaria. Ahora bien, lamentablemente no hay base arqueológica o documental para afirmar que los visigodos guardasen en ella su Tesoro Sagrado. 

Pero como jamás se ha hecho una excavación arqueológica ni en la cueva de Higares ni en la dehesa de Mazarrazín, en la que se encuentra, no se puede descartar la posible aparición de algunos objetos (cerámica, monedas, etc.) que puedan datarse cronológicamente con el periodo visigodo. Si tal cosa sucediese, daría una vuelta total a lo que hasta ahora sabemos. Pero de momento, todo es mera especulación.

¿Y las teorías que la vinculan con Santa María de Melque?

En ese caso soy sinceramente escéptico. Que yo sepa, la única persona que ha hablado de ello es un escritor de obras sobre leyendas, misterios, esoterismo y masonería. No me consta que cite ningún documento ni fuente arqueológica para justificar su propuesta de que en algún momento la Mesa de Salomón se guardase en Melque, ni mucho menos en el vecino castillo de Montalbán, que entonces ni existía. Santa María de Melque de por sí es un misterio arquitectónico, porque para algunos arqueólogos es un edificio mozárabe o de repoblación, construido después de la invasión islámica del 711, y para otros es visigodo, de finales del S. VII o comienzos del VIII. Recientemente el doctor arqueólogo Luis Caballero escribió sobre el debate del origen de Melque, que sigue abierto, en el número 5 de la revista Urbs Regia. Este, y no otro, es el verdadero misterio de Santa María de Melque.

Divulgadores históricos como Juan Eslava se abonan a la idea de que recaló en tierras jienense. ¿Qué opinión le merece?

El escritor Juan Eslava no es sólo novelista y divulgador, sino doctor en Historia Medieval. Por un lado, ha escrito entretenidísimas novelas sobre la Mesa de Salomón, y, por otro, interesantes ensayos históricos sobre el mismo tema, que lleva años estudiando. Cuando en 712 los musulmanes conquistadores de Toledo al mando de Tárik BenZiyad se hicieron con la Mesa de Salomón, se la llevaron para entregársela al califa Walid I. No es descartable su paso por tierras jienenses, pero no la escondieron allí, ya que está documentada con posterioridad en Damasco y después en Bagdad y otras ciudades de Oriente. Lo que cuenta Eslava es la existencia de una lápida de mármol que se conserva en Arjona con unos dibujos geométricos, a modo de mandala, que se tomaron presuntamente de antiguos documentos de origen judío del archivo capitular de Jaén. Dichos dibujos serían la representación cabalística del Sagrado Nombre de Dios que (también presuntamente) aparecía en la Mesa de Salomón, y que sólo podría ser descifrada por un sabio entre los sabios. Cuando se habla de que la Mesa de Salomón se conserva en Jaén no se refieren al mueble, sino a la información que se dice que contenía.


Con un libro publicado sobre este asunto ¿A qué conclusión personal llegó?

Mi conclusión es que la Mesa de Salomón existió de verdad, siendo un mueble ceremonial que fue utilizado en su liturgia por el pueblo de Israel desde la época de Moisés y Aarón, un mueble ricamente cubierto de oro y piedras preciosas que se guardaba en el templo de Salomón y que a partir del año 70 d.C. sufrió diferentes saqueos a lo largo de la Historia, saqueos que la llevaron de Jerusalén a Roma, a distintas ciudades de las Galias como Carcasona o Narbona; de allí a Barcelona, de Barcelona a Toledo, y de Toledo volvió a Oriente, siendo mencionada en la Damasco de los Omeyas, después -tras una estancia intermedia en Kufa- en la Bagdad de los Abasidas, después en Al-Rahba, adonde la llevó el turco Al-Basasiri, saqueador de Bagdad, y por último en Alepo, adonde la llevó Ibn-Mirdás, saqueador de Al-Rahba. En paralelo, hay fuentes que nos hacen deducir que durante su estancia en Bagdad, en el S. IX, se hizo al menos una copia, que fue utilizada como regalo de estado para obsequiársela al rey de Serendib, lo que aquí se conocía como la ínsula Trapobana y que era la actual isla de Ceilán (Sri Lanka), en el océano índico. Si me pregunta sobre el objeto místico y mágico, es evidente que la Ciencia Histórica no puede ni debe entrar en lo que científicamente es indemostrable. En todo caso, sólo podemos afirmar que muchísimas personas a lo largo de los siglos han creído en su poder, lo que la hacía atractiva y codiciada, y a la vez, la fue preservando de ser desmontada para fundir el oro y repartir las piedras preciosas, lo que evidentemente hubiera pasado si careciese del simbolismo que se dice que tenía. La última vez que sabemos de ella, según descubrió y publicó en su día la profesora Mª Jesús Rubiera Mata, fue en Alepo, en un documento del S. XI firmado por el cadí Al-Rasid ¿Fue finalmente fundida y desmantelada por alguien que no sabía qué cosa era realmente? ¿Se llevó a otro lugar y se olvidó su existencia? Esa es la verdadera incógnita que, tal vez, algún día se despeje.

 Para saber más:

CASADO POYALES, Antonio. La Mesa de Salomón, de Oriente a Toledo : la verdadera historia de un mito. Argés (Toledo) : Covarrubias, 2018. 143 p. (Cronicón). ISBN 978-84-946745-4-9. 12 €.