sábado, 16 de mayo de 2020

Se nos fue Luis Pablo; hasta la vista, amigo

La madrugada del 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, se nos fue discretamente con las musas al monte Olimpo ese artista grandón y pelirrojo que en vida se ha llamado Luis Pablo Gomez Vidales. Pintor y escultor, poeta, director cultural del Ayuntamiento de Toledo hasta su jubilación hace pocos años, maestro nacional, monitor de artes plásticas, licenciado en Antropología (Social y Cultural), cofundador del Grupo Tolmo y del Círculo de Arte, que además presidió, durante algunos difíciles años, y muchas cosas más.



Hablar de Luis Pablo es, en gran parte, hablar del Grupo Tolmo, ese colectivo de artistas que, desde 1971, tomó la decisión de poner a Toledo en el ámbito de la contemporaneidad: Luis PabloPaco RojasEduardo Sánchez-Beato y Raimundo de Pablos, a quienes se sumaron después Gabriel Cruz MarcosFélix VillamorJulián “Jule” GarcíaFernando de Giles, y algún otro posteriormente. Por la galería homónima, en la calle Santa Isabel, pasaron todos los grandes nombres de las artes plásticas contemporáneas, nacionales e internacionales, y ellos mismos llevaron su arte a lugares del circuito internacional donde nunca antes había expuesto un artista de Toledo: Tokio, París, Basilea, Miami… Por aquella época (marzo de 1975) abrió también el MACTO, Museo de Arte Contemporáneo de Toledo. Hubieron de luchar contra la incomprensión de muchos, pero acabaron consiguiendo que se viese como normal lo que en otras ciudades ya lo era desde muchos años atrás. El nombre de “los Tolmo” estará siempre vinculado al recuerdo de la -tristemente desaparecida- Bienal del Tajo, y de otras actividades vinculadas al mundo del Arte Contemporáneo en nuestra tierra.

También Luis Pablo y los demás "Tolmos" fueron algunos de los promotores de la traída a Toledo de la estatua de Chillida “Lugar de Encuentros, V” y su instalación junto a la muralla, allá por 1981, en lo que iba a ser una muestra de escultura contemporánea al aire libre que al final -lamentablemente- no se realizó, aunque se ha materializado recientemente en otro lugar gracias a la insistencia de otro de aquellos amigos, Julián García, “Jule”.

Años después del nacimiento de Tolmo, Luis Pablo fue uno de los impulsores del programa conmemorativo del centenario del nacimiento del escultor Alberto Sánchez, quien vio la luz en Toledo en 1895 y falleció en el exilio, como tantos intelectuales que se posicionaron con el bando que perdió la última Guerra Incivil. La reivindicación de la obra de Alberto fue criticada por los sectores más conservadores, que lo entendían como un acto político de izquierda y no como la justa recuperación de la memoria de un gran artista. No obstante, se logró lo pretendido: Hoy día hay esculturas de Alberto en la vía pública (la réplica de su “MujerToledana” realizada por los hermanos Béjar y ubicada ante la Casa de Corcho, o la de “El Pueblo Español tiene un camino que conduce hacia una estrella”, en la Plaza de Barrio Nuevo), hay un colegio público que lleva su nombre, y tiene un monumento en su memoria (la "Mesa de Alberto") promovido y realizado por aquellos artistas que se empeñaron en conmemorar su centenario, monumento que fue ubicado en el centro del paraje fluvial mal llamado de Safont (por un especulador del S. XIX que nada bueno hizo por la ciudad), y que debería denominarse oficialmente "Parque Alberto Sánchez".


En los años noventa Luis Pablo protagonizó otras iniciativas de cultura pública, hasta que acabó ingresando por oposición en el Ayuntamiento como técnico de gestión cultural, y director del convenio “Cultural Toledo”. A él debemos la organización y continuidad de los festivales de Jazz y de Flamenco, la ampliación del Cineclub Municipal a otras salas y sesiones en otros barrios, conciertos, recitales de poesía, las exposiciones en la Posada de la Hermandad y luego en San Marcos, festivales de teatro… y otras iniciativas, alguna de las cuales seguimos disfrutando en la actualidad.


Con el amanecer del nuevo siglo, amanecía un nuevo proyecto en la capital regional: Luis Pablo y otros artistas (algunos que habían sido de Tolmo y otros no) crearon la asociación cultural Círculo de Arte. Se instalaron provisionalmente en los bajos del mercado de minoristas de la Plaza Mayor, y el 28 de mayo de 2004 se inauguraba su sede definitiva: la iglesia mudéjar de San Vicente Mártir, que llevaba desacralizada desde 1842. El Círculo de Arte fue un proyecto novedoso, que combinaba la realización de actividades culturales de todo tipo (exposiciones de pintura, escultura, fotografía, teatro, música…, tertulias, conferencias, presentaciones de libros, recitales de poesía, proyecciones de cine y documentales, arte performático, festivales varios…) con la explotación en otra franja horaria como sala de fiestas, cafetería, bar de copas y discoteca. El proyecto funcionó y sigue funcionando magníficamente, y hasta ahora es un lugar de visita obligada. Espero que nuestros munícipes lo tengan igual de claro cuando toque renovar el convenio, para que lo siga siendo por mucho tiempo.


No hablaré del extenso currículum de Luis Pablo como artista plástico, ni de las exposiciones que realizó o de los premios que ganó, sino de Luis Pablo, la persona. Se me atascan las teclas mientras escribo estas líneas, bajo uno de sus cuadros, que cuelga en mi salón, procedente de la exposición que él y Jule dedicaron al Greco. Algunos días antes de su fallecimiento, y viendo la deriva de su estado de salud, me planteé empezar a escribir algo en su memoria, en previsión de lo que los periodistas llaman “un fatal desenlace”. Pero otra parte de mí se negaba a hacerlo, pensando -o queriendo pensar- que Luis Pablo iba a ser capaz de salir de ésta, al igual que había salido de otras. Al final, lamentablemente, no ha podido ser, y escribo a posteriori lo que no quise escribir a priori.



No puedo decir, como otros, que fuésemos amigos “de toda la vida”. Conocía a Luis Pablo de vista y poco más, como a tanta gente en Toledo (además, su corpachón y el gorro ruso que se encasquetaba en invierno no le hacían pasar desapercibido). Teníamos amigos y conocidos comunes, pero no habíamos tenido oportunidad de tratarnos con profundidad. Pero fue hacia 2006 o 2007 cuando comencé a acudir al Círculo de Arte con más frecuencia de lo que hasta entonces hacía, invitado a sus eventos por el también artista plástico y socio “circulero” Pepe Morata. Fue a través de mis queridos Pepe Morata y Marina Riaño, ambos antiguos profesores míos en el Colegio de Infantes y miembros del Círculo de Arte, como empecé a conocer de verdad a Luis Pablo y a disfrutar de su amistad, así como de la de su mujer, Estrella, y de la de otros amigos de su círculo (en este caso, nunca mejor dicho). Algún tiempo después, el polifacético Pedro Salvador y yo nos dejamos liar por él para un proyecto que llevaba tiempo rondándole el magín: “Antonio Poyales (él gustaba de llamarme por el segundo apellido), vamos a montar un ciclo de tertulias”. Y así fue como nació la tertulia mensual “Café para todos”, que estuvimos celebrando durante años, hasta su interrupción el verano pasado por circunstancias imponderables.


Cuando en la primavera de 2013 algunos pocos chalados empezamos a luchar contra los elementos para defender laCasa-Museo del Greco del cierre, él supo entender a la primera mi argumentación de que el traslado de sus colecciones al de Santa Cruz no sólo perjudicaría alprimero sino también al segundo, cuyos fondos quedarían diluidos o directamente desmantelados (como pasó en Málaga cuando desmontaron su Museo Provincial para transformarlo en el Museo Picasso), y que el desmantelamiento del Santa Cruz perjudicaría a su vez la reapertura de sus filiales, el Taller del Moro y el Museo de Arte Contemporáneo, opinión que sé que trasladó a otros artistas. Afortunadamente, los chalados conseguimos parar aquel despropósito.

En la primavera de 2015 Luis Pablo y yo asesoramos por separado sobre varios temas de Cultura a alguien que nos pidió pareceres técnicos, coincidiendo sin saberlo hasta tiempo después. Y un año después, nos vimos embarcados en otra defensa, la del Arte Contemporáneo en Toledo, creando una plataforma que reivindicaba la reapertura (en su antigua sede o en otra) del MACTO, el Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, que para entonces llevaba tres lustros largos cerrado por una teórica restauración. Conseguimos implicar en la reivindicación a un centenar de artistas plásticos e intelectuales relacionados con el Arte, no sólo locales, sino también del resto de España e incluso extranjeros. Algo que sólo Luis Pablo, poseedor de una enorme agenda de contactos y lo que es aún más importante, de un más enorme aún don de gentes, habría podido conseguir. Lamentablemente, los resultados no fueron tan exitosos como la vez anterior, y el MACTO sigue hoy cerrado, para desgracia de la ciudadanía y vergüenza de aquellos, de uno y otro signo, que lo hayan permitido durante ya dos décadas.



Así pues, mi trato con Luis Pablo ha sido durante unos trece o catorce años, pero intensos. Me abrió las puertas primero del Círculo de Arte, luego de su casa y de su estudio, y compartió conmigo sus vivencias, sus siempre sorprendentes historias, y su gran corazón.


Con Luis Pablo se nos va uno de los grandes toledanos no sólo del mundo del Arte Contemporáneo, sino también de la Cultura en general. Nos queda su legado: sus cuadros y sus esculturas en distintos lugares de la ciudad (la “Santa Teresa de Jesús” de la plaza de las Carmelitas, su “Movimiento de Ida y Vuelta” de la rotonda de la calle Alberche y ahora la recientemente donada para la muestra de escultura contemporánea promovida por su viejo amigo Jule, junto al río Tajo).


También nos queda su trabajo en el Ayuntamiento como director cultural. Muchos le seguiremos recordando cada vez que vayamos a alguno de los festivales o actividades que él organizó y siguen celebrándose.


Y sobre todo nos queda el recuerdo de su amistad y su bonhomía. No te olvidaremos, Luis.


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