La madrugada del
13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, se
nos fue discretamente con las musas al monte Olimpo ese artista
grandón y pelirrojo que en vida se ha llamado Luis Pablo Gomez Vidales.
Pintor y escultor, poeta, director cultural del Ayuntamiento de Toledo hasta
su jubilación hace pocos años, maestro nacional, monitor de artes
plásticas, licenciado en Antropología (Social y Cultural), cofundador del Grupo Tolmo y
del Círculo de Arte, que
además presidió, durante algunos difíciles años, y muchas cosas más.
Hablar de Luis
Pablo es, en gran parte, hablar del Grupo Tolmo, ese colectivo de artistas que,
desde 1971, tomó la decisión de poner a Toledo en el ámbito de la
contemporaneidad: Luis Pablo, Paco Rojas, Eduardo Sánchez-Beato y Raimundo de Pablos, a quienes se
sumaron después Gabriel Cruz Marcos, Félix Villamor, Julián “Jule” García, Fernando de Giles, y algún otro
posteriormente. Por la galería homónima, en la calle Santa Isabel, pasaron
todos los grandes nombres de las artes plásticas contemporáneas, nacionales e
internacionales, y ellos mismos llevaron su arte a lugares del circuito
internacional donde nunca antes había expuesto un artista de Toledo: Tokio,
París, Basilea, Miami… Por aquella época (marzo de 1975) abrió también el
MACTO, Museo de Arte Contemporáneo de Toledo.
Hubieron de luchar contra la incomprensión de muchos, pero acabaron
consiguiendo que se viese como normal lo que en otras ciudades ya lo era desde
muchos años atrás. El nombre de “los Tolmo” estará siempre vinculado al
recuerdo de la -tristemente desaparecida- Bienal del Tajo, y de otras
actividades vinculadas al mundo del Arte Contemporáneo en nuestra tierra.
También Luis
Pablo y los demás "Tolmos" fueron algunos de los promotores de la
traída a Toledo de la estatua de Chillida “Lugar de Encuentros, V” y su instalación junto a la muralla, allá
por 1981, en lo que iba a ser una muestra de escultura contemporánea al aire
libre que al final -lamentablemente- no se realizó, aunque se ha materializado recientemente en otro
lugar gracias a la insistencia de otro de aquellos amigos, Julián
García, “Jule”.
En los años
noventa Luis Pablo protagonizó otras iniciativas de cultura pública, hasta que
acabó ingresando por oposición en el Ayuntamiento como técnico de gestión
cultural, y director del convenio “Cultural Toledo”. A él debemos la
organización y continuidad de los festivales de Jazz y de Flamenco, la ampliación del Cineclub
Municipal a otras salas y sesiones en otros barrios, conciertos,
recitales de poesía, las exposiciones en la Posada de la Hermandad y luego en
San Marcos, festivales de teatro… y otras iniciativas, alguna de las cuales
seguimos disfrutando en la actualidad.
Con el amanecer
del nuevo siglo, amanecía un nuevo proyecto en la capital regional: Luis Pablo
y otros artistas (algunos que habían sido de Tolmo y otros no) crearon la
asociación cultural Círculo de Arte. Se instalaron
provisionalmente en los bajos del mercado de minoristas de la Plaza Mayor, y el
28 de mayo de 2004 se inauguraba su sede definitiva: la iglesia mudéjar de San Vicente Mártir, que llevaba
desacralizada desde 1842. El Círculo de Arte fue un proyecto novedoso, que
combinaba la realización de actividades culturales de todo tipo (exposiciones
de pintura, escultura, fotografía, teatro, música…, tertulias, conferencias,
presentaciones de libros, recitales de poesía, proyecciones de cine y
documentales, arte performático, festivales varios…) con la explotación en otra
franja horaria como sala de fiestas, cafetería, bar de copas y discoteca. El
proyecto funcionó y sigue funcionando magníficamente, y hasta ahora es un lugar
de visita obligada. Espero que nuestros munícipes lo tengan igual de claro
cuando toque renovar el convenio, para que lo siga siendo por mucho tiempo.
No hablaré del
extenso currículum de Luis Pablo como artista plástico, ni de las exposiciones
que realizó o de los premios que ganó, sino de Luis Pablo, la persona. Se me
atascan las teclas mientras escribo estas líneas, bajo uno de sus cuadros, que
cuelga en mi salón, procedente de la exposición que él y Jule dedicaron al
Greco. Algunos días antes de su fallecimiento, y viendo la deriva de su
estado de salud, me planteé empezar a escribir algo en su memoria, en previsión
de lo que los periodistas llaman “un fatal desenlace”. Pero otra parte de mí se
negaba a hacerlo, pensando -o queriendo pensar- que Luis Pablo iba a ser capaz
de salir de ésta, al igual que había salido de otras. Al final, lamentablemente,
no ha podido ser, y escribo a posteriori lo que no quise escribir a priori.
No puedo decir, como otros, que fuésemos amigos “de toda la vida”. Conocía a Luis Pablo de vista y poco más, como a tanta gente en Toledo (además, su corpachón y el gorro ruso que se encasquetaba en invierno no le hacían pasar desapercibido). Teníamos amigos y conocidos comunes, pero no habíamos tenido oportunidad de tratarnos con profundidad. Pero fue hacia 2006 o 2007 cuando comencé a acudir al Círculo de Arte con más frecuencia de lo que hasta entonces hacía, invitado a sus eventos por el también artista plástico y socio “circulero” Pepe Morata. Fue a través de mis queridos Pepe Morata y Marina Riaño, ambos antiguos profesores míos en el Colegio de Infantes y miembros del Círculo de Arte, como empecé a conocer de verdad a Luis Pablo y a disfrutar de su amistad, así como de la de su mujer, Estrella, y de la de otros amigos de su círculo (en este caso, nunca mejor dicho). Algún tiempo después, el polifacético Pedro Salvador y yo nos dejamos liar por él para un proyecto que llevaba tiempo rondándole el magín: “Antonio Poyales (él gustaba de llamarme por el segundo apellido), vamos a montar un ciclo de tertulias”. Y así fue como nació la tertulia mensual “Café para todos”, que estuvimos celebrando durante años, hasta su interrupción el verano pasado por circunstancias imponderables.
Cuando en la primavera de 2013 algunos pocos chalados empezamos a luchar contra los elementos para defender laCasa-Museo del Greco del cierre, él supo entender a la primera mi argumentación de que el traslado de sus colecciones al de Santa Cruz no sólo perjudicaría alprimero sino también al segundo, cuyos fondos quedarían diluidos o directamente desmantelados (como pasó en Málaga cuando desmontaron su Museo Provincial para transformarlo en el Museo Picasso), y que el desmantelamiento del Santa Cruz perjudicaría a su vez la reapertura de sus filiales, el Taller del Moro y el Museo de Arte Contemporáneo, opinión que sé que trasladó a otros artistas. Afortunadamente, los chalados conseguimos parar aquel despropósito.
En la primavera de 2015 Luis Pablo y yo asesoramos por separado sobre varios temas de Cultura a alguien que nos pidió pareceres técnicos, coincidiendo sin saberlo hasta tiempo después. Y un año después, nos vimos embarcados en otra defensa, la del Arte Contemporáneo en Toledo,
creando una plataforma que reivindicaba la reapertura (en su antigua sede o en
otra) del MACTO, el Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, que para entonces
llevaba tres lustros largos cerrado por una teórica restauración. Conseguimos
implicar en la reivindicación a un centenar de artistas plásticos e
intelectuales relacionados con el Arte, no sólo locales, sino también del resto
de España e incluso extranjeros. Algo que sólo Luis Pablo, poseedor de una
enorme agenda de contactos y lo que es aún más importante, de un más enorme aún
don de gentes, habría podido conseguir. Lamentablemente, los resultados no
fueron tan exitosos como la vez anterior, y el MACTO sigue hoy cerrado, para
desgracia de la ciudadanía y vergüenza de aquellos, de uno y otro signo, que lo
hayan permitido durante ya dos décadas.
Así pues, mi trato con Luis Pablo ha sido durante unos trece o catorce años, pero intensos. Me abrió las puertas primero del Círculo de Arte, luego de su casa y de su estudio, y compartió conmigo sus vivencias, sus siempre sorprendentes historias, y su gran corazón.
Con Luis Pablo
se nos va uno de los grandes toledanos no sólo del mundo del Arte
Contemporáneo, sino también de la Cultura en general. Nos queda su legado: sus
cuadros y sus esculturas en distintos lugares de la ciudad (la “Santa Teresa de Jesús” de la
plaza de las Carmelitas, su “Movimiento de Ida y Vuelta” de
la rotonda de la calle Alberche y ahora la recientemente donada para la muestra
de escultura contemporánea promovida por su viejo amigo Jule, junto al río
Tajo).
También nos
queda su trabajo en el Ayuntamiento como director cultural. Muchos le
seguiremos recordando cada vez que vayamos a alguno de los festivales o
actividades que él organizó y siguen celebrándose.
Y sobre todo nos
queda el recuerdo de su amistad y su bonhomía. No te olvidaremos, Luis.
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